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Böcker av Miguel Angel Herrera Parra

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  • av Miguel Angel Herrera Parra
    726,-

    El Pueblo de Dios, que camina en Chile El pueblo de Dios, que camina en Chile, se quedó dormido, con una ilusión, de que sus pastores, morirían por él, cual bravos profetas, en su fiel misión. De un país de hermanos, de la solidaridad, de seres cercanos, de fraternidad, en muy pocos años, se pasó a la libertad, de elevar las manos, en santa piedad. De las comunidades, a las jerarquías, del poder servir, al poder del poder, de jornadas y festivales, a las largas letanías, de la ¿lucha por vivir¿, a la ¿dicha del tener¿. De pastores respetados, a esos jerarcas funados, de valientes venerados, a personajes odiados, de laicos empoderados, a fieles desconectados, de cristianos insertados, a seres atomizados. El pueblo de Dios, que camina en Chile, se quedó en el antes, y no asume el hoy, vivió de sus glorias, se alejó y deprime, pecó de soberbia, volverá a lo humilde. Con laicos alegres, feliz bautizados, se gesta el presente, y un tiempo mejor, con fieles valientes, con ganas y osados, con Cristo en la frente, les dará el valor.

  • av Miguel Angel Herrera Parra
    356,-

    Por no hacer algo sencillo Por no mirar a un costado, una víctima sufrió, por no atender su llamado, la persona padeció, por no escuchar su caso, el crimen nunca existió, por no denunciar ese caso, el vil hechor se esfumó, por no hacerle a nadie caso, su conciencia se apagó. Por no hacer algo sencillo, tan humano y tan divino, se ensució las manos, se ensució completo, su alma y su corazón, porque no hizo nada, la nada le hundió, sus principios y su razón. Hoy llora y se lamenta, no puede volver atrás, es encubridor que atenta, que ocultó toda verdad, ya no hay pruebas, ni evidencias, se perdieron, sin maldad, no hay transparencia honesta, fue nula su autoridad, sin límites, sin controles, sin dar cuenta de su andar. De nada sirven sus llantos, sus rígidas divagaciones, se siente ¿víctimä y ¿engañado¿, pues nunca supo mirar, está enfermo y derrotado, pues nunca supo mandar, y el silencio, ayer su amigo, hoy le viene a torturar. ¿¿Por qué, por qué lo habré hecho?¿, ¿mi pecado es la omisión¿, ¿¡mucho más pude haber hecho!¿, y ¿fracasé en mi misión¿.

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