Om El Dios de Einstein
Basta con no identificarnos con la persona, como ente separado del animal que somos, para que la realidad esencial que une a todo lo existente se haga diáfana. Ya es hora de que las palabras que usamos para referirnos a esa realidad esencial dejen de ser la causa de las discordias que han causado tantas muertes y dolor. Al final, la verdad está en la realidad y no en las palabras. Dios y la vida es lo desconocido, es esa realidad o unidad de la cual formamos parte, aunque como partes de esa totalidad nos esté vedada conocerla o, en todo caso, sea indecible con palabras que satisfagan a todos. Lo que ocurre es que estamos confundidos con el juego de la identificación con las ideas. La verdad y la realidad están sucediendo, por eso no podemos asirlas. La realidad última está en el presente que es devenir, por eso está más allá de las palabras y del pensamiento. Vivenciar el presente requiere del cese del pensamiento. Lo esencial está en la vida misma y no en su interpretación. Dios, como sinónimo de Vida, es símbolo de todo lo que existe. Cuando esa realidad sea comprendida más allá de las palabras que se usen para nombrarla, se habrá dado un gran paso hacia la unidad del mundo del cual todos formamos parte, y hacia una experiencia de unidad y comunión de la humanidad.
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