Marknadens största urval
Snabb leverans

Böcker av Juan Ruiz de Alarcon

Filter
Filter
Sortera efterSortera Populära
  • av Juan Ruiz de Alarcon
    346,-

    BELTRÁN: Con bien vengas, hijo mío. GARCÍA: Dame la mano, señor. BELTRÁN: ¿Cómo vives? GARCÍA: El calor del ardiente y seco estío me ha afligido de tal suerte que no pudiera llevallo, señor, a no mitigallo con la esperanza de verte. BELTRÁN: Entra, pues, a descansar. Dios te guarde. ¡Qué hombre vienes! ¡Tristán! TRISTÁN: ¿Señor? BELTRÁN: Dueño tienes nuevo ya de quien cuidar. Sirve desde hoy a García;que tú eres diestro en la corte y él bisoño.TRISTÁN: En lo que importa, yo le serviré de guía. BELTRÁN: No es crïado el que te doy; mas consejero y amigo. GARCÍA: Tendrá ese lugar conmigo. TRISTÁN: Vuestro humilde esclavo soy.

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    Donde estamos? que castillo y que torres son aquellas? Esse lugar es Melilla, las torres su fortaleza. Porque me engañas, traydor? a Fez dizes que me lleuas, y a Melilla me has traydo, que es de Christianos frontera? Perdida soy; ay de mi; porque enemigas estrellas, hizistes de la desdicha tributaria la belleza. Triste yo, quien me diria ayer, quando hombres y seluas con libertad diuagaua, y mandaua con soberuia: que oy quando con blancas vrnas vertiesse la Aurora bella a los ayres oro en rayos, y a los campos plata en perlas. Yo tambien triste daria, a vn hombre estraño sujeta, lagrymas tiernas al suelo, y al viento llorosas quexas?

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    Don Iuan, yo os prometo a Dios, que me teneis enfadado, que despues que sois casado no se puede andar con vos. Si ver mugeres ordeno, ninguna tiene buen talle, si andar denoche en la calle, os haze mal el sereno. Si al rio quiero salir, la humedad es mal segura: si traço vna trauesura, mirais a lo por venir. Si colerico me veis, entra luego el predicar, y al fin, si riño, en lugar de ayudarme, me teneis. Pese a tal, don Iuan, con vos, hazed tal vez lo que quiero, o buscad vn compañero hermano de Iuan de Dios. I. Ello està muy bien reñido, mas poca razon teneis, pues, cuando soltero, veis que nadie mas loco ha sido. Que trauessura intentastes, en que yo quedasse atras? en que pendencia jamas a esse lado no me hallastes? Que calle no passeè? que noche fria dormi? que muger con vos no vi? o que espaldas no os guardè?

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    ¡Ay! ¡Doy al diablo la caza; que él sin duda la inventó! ¡Ay! ¿Que pudiéndola yo cómodamente en la plaza de Zaragoza escoger, sin arriesgar por seguilla un cabello, una rodilla me venga al campo a romper? ¿Que tan a costa y despecho de su descanso, a la sierra se parta un hombre a dar guerra a un gazapo? ¿Qué me han hecho las liebres y los conejos? Como mujer es quien da en cazar, que a misa va siempre a la iglesia más lejos. Pues si la caza se estima por ser viva imitación de la guerra, esa razón la condena; que la esgrima a las pendencias imita, y se ve ordinariamente que en la blanca no es valiente quien más la negra ejercita; y quien más use en la sierra seguir el bruto cobarde, confío menos que aguarde a un enemigo en la guerra; que enseñarse a la conquista de quien no sabe aguardar, es enseñarse a extrañar enemigo que le embista.

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    Salen doña Flor, y Ynes con mantos. D. Flor. Que dizes? Yn. Digo, señora, que es el. D. Flor. Desdichada soy: don Fernando de Godoy, cielos, en Seuilla agora? La fortuna me persigue; cubrete. Yn. Ya es escusado; porque muestra su cuydado que conoce lo que sigue. Flor. Quando el Marques prometia, abrasado de amoroso, passar mi estado dichoso de merced a señoria, viene a ser impedimento de tanto bien don Fernando? Yn. Pues porque lo ha de ser? Flor. Dando, pues ha de seguir su intento, ocasiones de zelar al Marques, y es cierta cosa que a su passion cuydadosa nada al fin se ha de ocultar: que aunque don Fernando es llano que amante secreto ha sido, el disgusto sucedido en Cordoua con mi hermano, fue publico en el lugar; y lo que entonces passò, para sospechar basto, sino para condenar. Y esto serà impedimento a la mano que procuro; que es el honor crystal puro, que se enturbia del aliento.

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    Águila, a su esplendor no se deslumbra Al espléndido trono fija atento Aquí de Ampudia el advertido Conde Aquí la águila regia, aquí el segundo Aún no la planta se ocultó postrera Blasones aclamó del Almirante Candores brilla, si entre auroras puede Carlos le sigue; de su bruto alado Clara familia infante el grave paso Con relámpagos siete, ardiente rayo Cordobés rucio entiende el pensamiento cuando el aplauso roba cortesano Cuando la puerta que antes el Oriente Cuanto su vista el ánimo suspende Cuatro veces en giros diferentes De Córdoba al clarín tiembla la tierra De éste, pues, héroe, visitó la arena Del alto trono el trono mismo alcanza De las escuadras diez que ya leales Del carro de la noche se desata De un bizarro alazán la espalda oprime Doce enfrenados montes, que de Ociro Ébano y oro dividiendo hermosa El gallardo Guzmán, el fiel Acates El lusitano Mora, que dilata Emula de la pompa lusitana En él dio fin la ostentación faustosa En medio de su curso impele al viento En torno lustra la cuadrada arena Era del año la estación ardiente Festivo, si marcial, suena inflamado Grave se mueve el uno y otro plaustro Hasta que ya interpuestos los ancianos Jerarquía gentil de semidiosas La lealtad puede tanto, tanto puede Largo escuadrón, al resonar del viento Los aplausos prorrumpen alegría

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    Salen el Conde y Fineo, y otros criados de noche. Fin. Esta que miras, Señor, es la casa. Cond. Humilde choça, para hermosura que goza los despojos de mi amor. Fin. Tu, pues a honrarla te inclinas, engrandeces su humildad y su fortuna. Cond. Llamad. Fin. En efecto determinas entrarla a ver? Cond. Si, Fineo: no sufre mas dilacion esta amorosa passion, en que me abrasa el desseo. Fin. Mira a lo que te dispones, siendo tu padre el priuado del Rey, con mas cuydado notan todos tus acciones. Cond. Consejos me das perdidos, quando estoy de amor tan ciego, que si el alma toca a fuego, solo tratan los sentidos de librarse de la llama, que en Etna conuierte el pecho, sin atender al prouecho a la razon ni la fama. Bien se el lugar de que gozo, y a lo que obliga essa ley: mas quando esto sepa el Rey, tambien sabe que soy moço.

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    JUAN: ¡Hermosa vista! LEONARDO: Un abril goza en sus puertas Sevilla. JUAN: Es octava maravilla. LEONARDO: Ya la fama cuenta mil, porque a las siete del mundo no hay quien la suya no aumente. JUAN: Al Escorial justamente le dan lugar sin segundo. SANCHO: Yo sé siete maravillas nuevas, que con más razón dignas de este nombre son. JUAN: Quiero oíllas. SANCHO: Yo decillas. La primera, si se mide con las antiguas, por tres puede valer. LEONARDO: ¿Y cuál es? SANCHO: Una mujer que no pide. JUAN: Si es de Madrid la mujer. SANCHO: Es segunda maravilla un caballero en Sevilla sin ramo de mercader. La tercera es justamente un calvo alegre de sello, y que no arrastre el cabello desde el cogote a la frente. La cuarta, una doncellita que no casarse desea. La quinta, una mujer fea que los años no se quita. Por sexta quiero contar un bien contento soldado; y por séptima, un casado que le pese de enviudar. La octava es un mercader sin achaques de logrero; un oficial de barbero sin guitarra en que tañer; una dama que se alegra con agua pura la faz; un marido mozo en paz con cuñados y con suegra; sin un San Pedro y San Pablo la iglesia de alguna aldea, y un tahur que no desea tal vez que le lleve el diablo.

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    REY: Délfica gloria, refulgente Apolo, del cielo cuarto ilustrador eterno, a quien los hados concedieron solo de la luz la tiara y el gobierno; que desde Arturo al contrapuesto polo, y desde el alto impíreo al hondo infierno con tus piramidales rayos miras, mientras el carro de diamante giras; pues Júpiter ordena soberano que yo en la edad de joven floreciente el cetro mueva en la inexperta mano que dilata su imperio en el oriente; tu vaticinio, que jamás es vano, ciego me alumbre y tímido me aliente. El orden de reinar en paz me explique, y en mí y en mi corona pronostique. VOZ: Pide a Licurgo el árbol venturoso. DentroCubren el altar y tocan chírimíasSEVERO: Aquí cesó el oráculo febeoREY: Su respuesta me deja más dudoso. Su fin no entiendo, y sus palabras creo. SEVERO: Interpretarlo, pues, será forzoso, para cumplir, señor, vuestro deseo. REY: Diga Palante qué misterio esconde, según su voto, lo que el dios responde. PALANTE: Yo entiendo, gran señor, que Apolo ordena que de Licurgo el espartano imites

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    276,-

    JUAN: La casa no puede ser más alegre y bien trazada. BELTRÁN: Para ti fuera extremada, pues vinieras a tener pared en medio a Leonor; mas piden adelantados por un año cien ducados y estás sin blanca, señor. JUAN: Yo pierdo mil ocasiones por tener tan corta suerte. BELTRÁN: Pues ya no esperes valerte de trazas y de invenciones. No hay embuste, no hay enredo que puedas lograr agora porque todos ya en Zamora te señalan con el dedo, de suerte que me admiró que no temiese el empeño de sus llaves, cuando el dueño de la casa me las dio. JUAN: Nada me tiene afligido como ver que he de perder a Leonor, después de haber sus favores merecido, y después que me ha costado tanta hacienda el festejarla, servirla y galantearla. BELTRÁN: Con eso me has [acordado] una bien graciosa historia que has de oír aunque esté triste. Bien pienso que conociste a Pedro Núñez de Soria.

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    260 - 416,-

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    356 - 660,-

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    340 - 496,-

  • av Juan Ruiz de Alarcon y Mendoza & Juan Ruiz de Alarcon
    386,-

Gör som tusentals andra bokälskare

Prenumerera på vårt nyhetsbrev för att få fantastiska erbjudanden och inspiration för din nästa läsning.