Om LA VERDAD SOSPECHOSA
BELTRÁN: Con bien vengas, hijo mío. GARCÍA: Dame la mano, señor. BELTRÁN: ¿Cómo vives?
GARCÍA: El calor del ardiente y seco estío me ha afligido de tal suerte que no pudiera llevallo, señor, a no mitigallo con la esperanza de verte.
BELTRÁN: Entra, pues, a descansar. Dios te guarde. ¡Qué hombre vienes! ¡Tristán!
TRISTÁN: ¿Señor?
BELTRÁN: Dueño tienes nuevo ya de quien cuidar. Sirve desde hoy a García;
que tú eres diestro en la corte y él bisoño.
TRISTÁN: En lo que importa, yo le serviré de guía.
BELTRÁN: No es crïado el que te doy; mas consejero y amigo.
GARCÍA: Tendrá ese lugar conmigo.
TRISTÁN: Vuestro humilde esclavo soy.
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