Om La cara de la luna
En cuanto vio la casa, con sus arbustos podados geométricamente en la entrada y la cerca blanca bordeándola, decidió que serÃa suya. No porque hubiera algo especial en ella ni porque tuviera una apariencia vistosa. De hecho, lucÃa tan común y suburbana que se mimetizaba con el resto del vecindario. Y eso era precisamente lo que le atraÃa de ella. SerÃa el refugio perfecto ahora que pretendÃa retirarse de su oficio. Y, por fortuna, no tardarÃa en salir al mercado. Sobre todo, después de esa noche.
El final siempre era inevitable.
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