Om David Copperfield
Había un criado en aquella casa, un hombre que, según comprendí, acompañaba a todas partes a Steerforth y que había entrado a su servicio en la Universidad. Aquel hombre era en apariencia un modelo de respetabilidad. Yo no recuerdo haber conocido en su categoría a alguien más respetable. Era taciturno, andaba suavemente, muy tranquilo en sus movimientos, deferente, observador, siempre a mano cuando se le necesitaba y nunca cerca cuando podía molestar. A pesar de todo, su mayor virtud era su respetabilidad. No era nada humilde y hasta parecía un poco altanero. Tenía la cabeza redonda y rapada, hablaba con suavidad y tenía un modo especial de silbar las eses, pronunciándolas tan claras que parecía que las usaba más a menudo que nadie; pero todas sus peculiaridades contribuían a su respetabilidad. Si hubiese tenido una nariz desmesurada habría sabido hacer que resultase respetable. Vivía rodeado de una atmósfera de dignidad y andaba con pie firme por ella. Habría sido imposible sospechar de él nada malo.
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