Om LA FINGIDA ARCADIA
LUCRECIA: "Silvio, a una blanca corderilla suya de celos de un pastor, tiró el cayado con ser la más hermosa del ganado. ¡Oh Amor! ¡Qué no podrá la fuerza tuya! Huyó quejosa, que es razón que huya habiéndola, sin culpa, castigado; lloró el pastor, buscando el monte y prado; que es justo que quien debe restituya. Hallóla una pastora en esta afrenta, y al fin la trajo al dueño, aunque tirano, de verle arrepentido, enternecida. Dióla sal el pastor, y ella contenta la toma de la misma ingrata mano, que un firme amor cualquier agravio olvida."
No se pudo decir más; hasta aquí la pluma llega.
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